SIDOR Literal Número 3 - Revista de Arte, Cultura e Ideas

MÚSICA

Antonio Lauro: 

una música afianzada en la tierra

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por Alejandro Bruzual
 

La obra de Antonio Lauro se inscribe en lo que se ha denominado la Escuela Nacionalista Venezolana. De hecho, los tres maestros con quienes Lauro realizó principalmente sus estudios - Salvador Llamozas Raúl Borges y Vicente Emilio Sojo -, fueron importantes exponentes de esa estética musical que se propuso elaborar una obra culta, académica, partiendo de evidentes referencias nacionales. Si bien este precepto no garantizó la calidad de la obra de todos los miembros de la Escuela -de hecho bastante desigual- fue absolutamente coherente con la situación social y cultural que vivía el país, y fue coetáneo con la perspectiva estética de Latinoamérica, por lo menos hasta la Cantata Criolla (1954), de Antonio Estévez, y el Concierto para guitarra y orquesta (1956), de Antonio Lauro. (2) 

 

Habría que considerar que la estética nacionalista significó para Lauro, precisamente, un vínculo profundo con la nacionalidad. Dada su condición de hijo de inmigrantes italianos, encontró en la música nacional, de manera in- consciente, un profundo afianzamiento a la tierra. Demostraba con su obra que podía ser parte de una tradición musical muy anterior a la llegada de sus padres a Venezuela, y surgida precisamente del mestizaje cultural, social y étnico por más de cuatro siglos. Su sensibilidad artística le permitió profundizar en lo más recóndito de la expresión popular para crear desde dentro de ella, como mucho otros compositores, con más generaciones en el país, no lo habían logrado. Significativamente, en ningún momento habló de su sangre ni de sus ancestros, lo que hubiera podido vincularlo con lo mejor de la música occidental.  

Antonio Lauro nación en Ciudad Bolívar, el 3 de agosto de 1917

 

 

 

 

 

 

Otro aspecto relacionado con la música "venezolanista" -como prefiere llamarla Gonzalo Castellanos (3), era su convicción de que el folklore latinoamericano aún tenía mucho que dar frente a una Europa que había explotado al máximo el suyo. Entendía la situación actual de la música europea como el resultado natural del desarrollo y asimilación de su música popular durante siglos. Así, el deseo de disolución de la tonalidad, según Lauro, estaba en correspondencia con el momento musical y social de Europa, específicamente, y por tanto no podía ser utilizada como referencia obligada al evaluar la contemporaneidad de toda la música actual. 

 

Para Lauro el nacionalismo no era una moda ni una escuela circunstancial que sería fácilmente superada. Era una potencialidad artística y social al alcance de quien pudiera hacer con ella obras de genio. Mientras el folklore no se desvirtuara, no se agotara, habría posibilidad de crear obras nacionalistas de validez estética. "Consideraron que el nacionalismo no ha concluido. Hay todavía una vena, una veta que explotar. Todavía nuestros países tienen mucho que decir" (4) . Además había llegado el momento propicio para incorporar el aporte latinoamericano a la historia de la música occidental. El nacionalismo artístico latinoamericano tenía su hora, como la tuvo el italiano, el alemán, el austriaco y el ruso, en sus respectivos momentos (5). 

Por otra parte, Lauro entendía el nacionalismo como una defensa frente a las corrientes alienantes del mundo económicamente desarrollado. El nacionalismo artístico se enfrentaba a enemigos externos o internos, que propugnaban un arte universal contemporáneo único, cuyo centro de referencia estaba en Europa o los Estados Unidos. Con profunda sabiduría planteó el problema como algo global y no meramente musical. Detrás de esas premisas artísticas se revelaban intenciones de un orden más general de sometimiento. "Las potencias de dominación económica que desarrollan un nuevo colonialismo (neocolonialismo) no están interesadas en la existencia del nacionalismo artístico, porque éste puede ser, peligrosamente, coyuntura que despierte el nacionalista económico" (6).

 

De aquí su beligerancia en todo lo que significara la defensa de lo nacional, lo que entendía como suyo-nacional. Y su obra era la respuesta: "Yo me he hecho el propósito de cultivar el Nacionalismo, primero, por verdadero placer y segundo, por el mayor placer de molestar a los enemigos de mi nacionalidad" (7). 

Concertista y compositor reconocido con el Premio Nacional de Música 1985, el maestro Lauro nunca dejó de compartir la docencia con su actividad creadora.

 

 

Aún así, Lauro se impuso la tarea de conocer las técnicas contemporáneas, más para reafirmar el camino que se había trazado que para encontrar nuevas respuestas a su necesidad creadora. Sin embargo, no quedó satisfecho con sus resultados, ya que esta experiencia estuvo condicionada, en buena medida, por una visión a priori negativa de ellas. La apreciación de la música contemporánea como un triunfo de la razón sobre la emoción y los sentimientos, no llegó a convencerlo. Sin embargo, Lauro percibía que si esos conceptos tenían validez en su momento y circunstancia, la repetición artificiosa de los mismos les quitaba toda razón y causa: "Los compositores se pierden en procesos ya producidos, en lo aleatorio, en la dodecafonía, en lo atonal y en lo tonal, en la electrónica, a la que le veo futuro (...). No veo al Stravinski, al Schoenberg, de la segunda mitad de este siglo, que ya se nos va" (8). Con sagacidad exigía renovación a quienes se propugnaban precisamente como renovadores. 

 

Otra razón por la cual rechazaba toda forma de serialismo era por considerarlo una norma, una restricción de la libertad del artista. "En todas sus variantes el dodecafonismo está regido por fórmulas que obliga al compositor a seguirlas en forma esclavizante. No tengo una actitud inquisitorial frente al dodecafonismo. Pero no creo en él porque mi concepción de la belleza musical no encaja en esta escuela" (9). En Lauro prevalecía un concepto de la obra como generadora de emoción. Esta era su clave, la música debía emocionar, fuese cual fuese el procedimiento o el material sonoro que empleara. "Acepto cualquier sistema que haciendo relaciones ingeniosas de sonidos, atractivos por armonía o contraposición, su elevación y fluir formando estructuras en el tiempo, alternando con el silencio, se dirijan principalmente a despertar una emoción de placer" (10). Rechazaba radicalmente el fetichismo de cualquier método, el procedimiento por el procedimiento, todo lo que se sobrepusiera a la expresión. "Aplicando cálculos y fórmulas se obtendrían combinaciones de artificio sin ningún poder emocional" (11).

 

Sin embargo, estaba convencido de que el concepto de belleza era el resultado de relaciones abstractas interiorizadas. "Es imprescindible para todo creador artístico el pensamiento matemático, en lo atinente a la filosofía que, en materia de proporciones, tiene la geometría. Creo que la belleza o la fealdad es cuestión de relaciones geométricas; la proporción divina o áurea, es geométrica" (12).

 

Lauro no llegó a emplear recursos electroacústicos, pero reconocía en ellos la capacidad de ensanchar el universo sonoro, en virtud de sus posibilidades expresivas. "La música electroacústica está todavía en etapa experimental. Creo en ella por el universo de riquezas tímbricas que ofrece. No creo que esté reñida con la tradición, porque si es utilizada por artistas veremos reflejada toda la sensibilidad que cada creador sea capaz de imprimirle" (13). 

 

Por otra parte, atento a que se pudiera considerar su posición como un culto al diletantismo, a la creación como un mero producto de la intuición, dejó constancia de su fe en la necesidad ineluctable del oficio para el compositor. En el borrador de unos apuntes para una clase de composición (14). Lauro escribió importantes notas que revelan, como en ningún otro momento, su visión del arte y del quehacer musical. La idea central la recogió de Erich Kleiber: "El arte debe partir del corazón y pasar por la inteligencia". Luego recalcó su convicción en la necesidad del estudio y de la intrascendencia del empirismo o de la "mera inspiración" como un recurso divino de expresión. No, "la inspiración debe ser realizada por medio del conocimiento, por medio de un oficio". Y ese oficio debía y podía ser aprendido. "Los grandes artistas dominan perfectamente su técnica". Era la técnica, entonces, adquirida a través del estudio, el único medio eficaz de expresión. En esas líneas daba fe, finalmente, de su creencia en que la enseñanza de la composición era el camino más seguro para alcanzar la superación de todo el medio musical. "Cuando aparezca una Escuela de composición seria, habrá intérpretes inteligentes, públicos entusiastas, críticos responsables". 

 


Citas: 
(1) Este artículo es un extracto del libro Antonio Lauro, ensayo biográfico, del autor, aún inédito. 
(2) Véase López Chirico, H. La Cantata Criolla de Antonio Estévez. ILVES. Caracas, 1987. 
(3) Castellanos, G, Entrevista grabada, por el autor.
(4) "La cultura es noticia". Televisora Nacional. Caracas, 10.10.1985. 
(5) Revista Época: "La entrevista: Antonio Lauro". N. 30. Caracas, 1958, p. 31.
(6) Lauro, A. Entrevista mecanografiada. s.e. 
(7) Ibidem 
(8) Borzacchini, Ch. "La naturalidad es mi búsqueda". El Nacional, 4.8,1985. Este artículo es un extracto del libro Antonio Lauro, ensayo bibliográfico, de autor aún inédito. 
(9) Revista Época. Entrevista cit.
(10) Lauro, A. Entrevista cit. 
(11) Ibidem
(12) Ibidem 
(13) Ibidem 
(14) El ritmo musical. Curso en la Escuela Juan José Landaeta, en la Cátedra de composición, Caracas, 1974-5. Manuscrito.  


Alejandro Bruzual
Profesor ejecutante de guitarra, egresado de la Escuela de Música Pablo Castellanos en 1986, y Licenciado en Letras en la Universidad Central de Venezuela en 1993. Ha desarrollado actividad como concertista, pero en la actualidad sus intereses se orientan a la docencia y la investigación. Es autor del libro Antonio Lauro: ensayo biográfico, actualmente en busca de editor. Como poeta ha publicado Las exequias de la flor (Cuadernos del Parnasillo, 1982), Imágenes terrestres (Contexto Audiovisual 3, 1992) y El jardín de las mujeres (Monte Ávila Editores, 1993).

 

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